No ha sido repentino, ni inesperado pero, pese
a eso, hoy nos pedías agua y nos indicabas
donde ir a buscarla.
Los médicos nos decían que tu fortaleza no era
normal. Tenías el cuerpo llagado hasta la obscenidad.
El pie sólo se sostenía dentro de los vendajes, ya que
dentro de ellos la carne hacía tiempo que era un tejido
inconsistente.
El miércoles me hablabas del cuadro de la virgen que
tenías frente a la cama.
Me decías: -No es normal, ese cuadro tiene truco, si no
cómo es posible que le virgen recoja agua con sus manos
y se lave la cara-.
No fue éste un buen año para ti. Lo aguantaste resignada
unas veces, cabreada otras. Algunos días mantenías la
esperanza de volver a andar, y hacíamos planes. ¿Recuerdas?.
Tenías ese sentido del humor que yo siempre he admirado,
sarcástico pero sano y lleno de vigor. Recuerdo un día que
fui a visitarte y me miraste, sonreiste y soltaste delante de
tus compañeros:- ¡ ya falta poco para la cena! cuando viene
mi nieto a visitarme ya sé que falta poco para la cena y para
irme a la cama-.
¿Recuerdas todos los años en los que ibamos los cuatro
hermanos a comer a tu casa los domingos?. A cada uno nos
preparabas un plato distinto. A mí me preparabas fritada.
Y para la sobremesa jugábamos a las cartas.
Te recuerdo llevándonos por las mañanas a la parada del autobús.
Preparándonos tantas noches la cena; esas exquisitas tortillas
de patata.
Recuerdo tu mirada penetrante, inteligente y bondadosa.
Recuerdo tu corpulencia, tu genio y tu fuerte carácter que te
permitió decirle las cosas a la gente, tal y como las pensabas,
sin pasar ningún filtro que las aligerara.
Recuerdo como me querías, como me cogías la mano.
Recuerdo como me decías que tenías el nieto más guapo de
Zaragoza.
Yaya, no tuviste una vida fácil, pero quién la tiene.
a eso, hoy nos pedías agua y nos indicabas
donde ir a buscarla.
Los médicos nos decían que tu fortaleza no era
normal. Tenías el cuerpo llagado hasta la obscenidad.
El pie sólo se sostenía dentro de los vendajes, ya que
dentro de ellos la carne hacía tiempo que era un tejido
inconsistente.
El miércoles me hablabas del cuadro de la virgen que
tenías frente a la cama.
Me decías: -No es normal, ese cuadro tiene truco, si no
cómo es posible que le virgen recoja agua con sus manos
y se lave la cara-.
No fue éste un buen año para ti. Lo aguantaste resignada
unas veces, cabreada otras. Algunos días mantenías la
esperanza de volver a andar, y hacíamos planes. ¿Recuerdas?.
Tenías ese sentido del humor que yo siempre he admirado,
sarcástico pero sano y lleno de vigor. Recuerdo un día que
fui a visitarte y me miraste, sonreiste y soltaste delante de
tus compañeros:- ¡ ya falta poco para la cena! cuando viene
mi nieto a visitarme ya sé que falta poco para la cena y para
irme a la cama-.
¿Recuerdas todos los años en los que ibamos los cuatro
hermanos a comer a tu casa los domingos?. A cada uno nos
preparabas un plato distinto. A mí me preparabas fritada.
Y para la sobremesa jugábamos a las cartas.
Te recuerdo llevándonos por las mañanas a la parada del autobús.
Preparándonos tantas noches la cena; esas exquisitas tortillas
de patata.
Recuerdo tu mirada penetrante, inteligente y bondadosa.
Recuerdo tu corpulencia, tu genio y tu fuerte carácter que te
permitió decirle las cosas a la gente, tal y como las pensabas,
sin pasar ningún filtro que las aligerara.
Recuerdo como me querías, como me cogías la mano.
Recuerdo como me decías que tenías el nieto más guapo de
Zaragoza.
Yaya, no tuviste una vida fácil, pero quién la tiene.
Ahora te has ido.
Has dejado un cuerpo que el martes será cenizas. No sé si habrá
algo después de la muerte. Sólo espero que si es así, te guarden
un buen sitio en la mesa.
En mi pecho, que ahora escuece, sólo hay agradecimiento,
admiración pero sobre todo, mucho amor.
Descansa en paz, yaya.
Has dejado un cuerpo que el martes será cenizas. No sé si habrá
algo después de la muerte. Sólo espero que si es así, te guarden
un buen sitio en la mesa.
En mi pecho, que ahora escuece, sólo hay agradecimiento,
admiración pero sobre todo, mucho amor.
Descansa en paz, yaya.
1 comentario:
Seguro que tu abuela fue muy feliz, sobre todo cuando estaba a tu lado.
Un abrazo.
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