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viernes, agosto 26, 2011

EL LAGARTO SIN SU MEDIODÍA

El lagarto asoma el afilado rostro de entre la pared de piedras; con la que hace ya mucho tiempo unos hombres escalonaron  el monte, ganando así tierras aptas para sus cultivos. Sus ojos y su olfato apaciguan la inquietud nacida de su instinto de supervivencia, al no percibir depredadores. En tres pasos medidos nos descubre todo el cuerpo. Vuelve a quedar inmóvil como una raiz seca. Espera que su piel reciba los rayos del sol de mediodía. Es la costumbre. Es un día de agosto. Los  lagartos no disponen de calendarios, por lo que no podemos pedirle que nos señale el día exacto. En un ágil escorzo gira ciento ochenta grados. Parece buscar algo con la mirada: el sol. Su cerebro reptiliano es muy elemental, pero está asombrado al notar su ausencia en un día sin nubes. Remonta la pared pedregosa perseguido por el miedo que cuelga de su cola como un cascabel. Ahora busca la luna, pero la gran bóveda le devuelve su ausencia así como la de las estrellas. No hay sombras, ni oscuridad. Tampoco sonidos. Las abejas vagan desorientadas sin encontrar sus colmenas. Decenas de cigüeñas vuelan trazando grandes círculos sobre inexistentes campanarios. Decide el lagarto trepar el tronco de un olivo. Vuelve a la tierra y se aleja con su contoneo de cupletista en busca del horizonte;  en la seguridad de que tras la línea aparecerá el anhelado astro. Desconoce, debido a su escasa razón, que tras el horizonte, solo hay otro horizonte. Al llegar la noche, o mejor dicho, al llegar el turno de la noche, una plantación de girasoles observan su cuerpo deshabitado.

domingo, agosto 14, 2011

CITA A CIEGAS



Llegué puntual ; fueron mis amigos los que me prepararon la cita a ciegas y no quería dejarles en mal lugar. El camarero, al verme llegar con el ramo de rosas rojas, me acompañó solícito a mi mesa. Era un café clásico: grandes cristaleras, sillas Berlín barnizadas de nogal, y coquetas mesitas redondas con superficie de mármol. Me sorprendió que junto a la mesa sólo hubiese dispuesta la silla sobre la que me senté. Al hacer ademán de levantarme para colocar otra frente a mí, el camarero apoyó su mano en mi hombro, reteniéndome y rogándome que esperara. Abrió su mano izquierda, extrajo de ella una peladilla, con suma delicadeza la depositó en la mesa y me entregó una nota en la que se leía: “ yo soy tu cita”. No negaré que los primeros minutos fueron un poco violentos ya que ninguno de los dos rompíamos el fuego. En cambio aprecié sus encantos desde el primer momento. El semblante pálido, sus texturas, su saber estar y su prudencia llegaron a mi corazón con aromas desconocidos. Le hablé de mi infancia, feliz casi del todo. Le enumeré mis lecturas favoritas. Los escasos momentos en los que me he arriesgado. Los estímulos que todavía me hacen llorar. Ella escuchaba sin pestañear. Es cierto que no asentía, pero también lo es que no interrumpía. Era gracioso verla sentada frente a mí sobre el sillón-soporte de móvil, que amablemente nos prestó la cocinera. Se acercaba la hora del cierre pero no me atrevía a invitarla a mi casa. Me pareció apresurado para una primera cita. Por otro lado me preocupaba la idea, que me rondaba desde hacía rato, de no estar a su altura. Así que decidí llamar al camarero y rogarle que la cuidara hasta nuevo aviso. En la calle el sol y el bullicio habían sido sustituidos por una tenue llovizna, paraguas y rostros anónimos. No dormí; pero tampoco desperté. Y así pasaron dos días con sus noches. Al tercero volví al café. El corazón me tamborileaba inquieto. Ni siquiera saludé al camarero. En cuanto nuestras miradas tomaron contacto, le pregunté por la peladilla. Me miró extrañado; como si lo que había pensado que era una extravagante broma, hubiera dejado de serlo de repente. Dio un paso atrás. Se puso a la defensiva. Comenzó, oiga sólo era una diminuta peladilla. Siguió, ayer se la di a una niña que vino con sus padres. Terminó, y se la comió. No recuerdo nada más . En la clínica me han contado que con el tiempo me pondré bien. Que habrá un juicio.






PINTURAS MURALES EN LA CALLE MORATA DE ZARAGOZA

LOS TAMAÑOS DEL UNIVERSO


sábado, agosto 13, 2011

EL SUEÑO DEL REY


- Ahora está soñando. ¿Con quién sueña? ¿Lo sabes?
- Nadie lo sabe.
- Sueña contigo. Y si dejara de soñar, ¿qué sería de ti?
- No lo sé.
- Desaparecerías. Eres una figura de un sueño. Si se despertara ese rey
te apagarías como una vela.


Lewis Carroll, A través del espejo (1871)

lunes, agosto 08, 2011

DOS FÁBULAS PARA TIEMPOS SOMBRÍOS - JOSÉ HIERRO


Dejamos encima del mar marchitarse la luna.
Cómo errar, por los años, sin gloria.
Cómo aceptar que las almas son vagos ensueños
que en sueños tan sólo se dan, y despiertos se borran.
Qué consuelo ha de haber, si lograr una gota de un alma
es pretender apresar el latir de la tierra, desnuda y redonda.


José Hierro

domingo, agosto 07, 2011

DARLEMDIA

De los cuatro extremos del reino, acudieron las masas enfurecidas hasta llegar a los dominios
del palacio real. La multitud vociferante increpaba a su rey al grito de: ¡ Libertad, Libertad !.
Darlem I apareció en el balcón, alzó los brazos y ofreció a sus expectantes súbditos
un vaso de limonada. Teniendo en cuenta que sus tierras sufrían el verano más caluroso
del siglo y que las distancias que habían tenido que recorrer eran considerebles, aceptaron
su ofrecimiento de buen grado. A partir de ese día se aprobó por decreto que todos
los siete de agosto se repartiría un vaso gratuíto de fresca limonada en Darlemdia.

martes, agosto 02, 2011