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domingo, junio 30, 2013

Corelli : La Follia


Un teólogo en la muerte


Emanuel Swedenborg 1688-1772




Los ángeles me comunicaron que cuando falleció Melanchton, le fue suministrada en el otro mundo una casa ilusoriamente igual a la que había tenido en la tierra. (A casi todos los recién venidos a la eternidad les sucede lo mismo y por eso creen que no han muerto).
Los objetos domésticos eran iguales: la mesa, el escritorio con sus cajones, la biblioteca. En cuanto Melanchton se despertó en ese domicilio, reanudó sus tareas literarias como si no fuera un cadáver y escribió durante unos días sobre la justificación por la fe. Como era su costumbre, no dijo una palabra sobre la caridad. Los ángeles notaron esa omisión y mandaron personas a interrogarlo. Melanchton les dijo: “He demostrado irrefutablemente que el alma puede prescindir de la caridad y que para ingresar al cielo basta la fe.” Esas cosas les decía con soberbia y no sabía que estaba ya muerto y que su lugar no era el cielo. Cuando los ángeles oyeron ese discurso lo abandonaron.
A las pocas semanas, los muebles empezaron a afantasmarse hasta ser invisibles, salvo el sillón, la mesa, las hojas de papel y el tintero. Además las paredes del aposento se mancharon de cal y el piso de un barniz amarillo. Su misma ropa ya era mucho más ordinaria. Seguía, sin embargo, escribiendo, pero como persistía en la negación de la caridad, lo trasladaron a un taller subterráneo, donde había otros teólogos como él. Ahí estuvo unos días encarcelado y empezó a dudar de su tesis y le permitieron volver. Su ropa era de cuero sin curtir, pero trató de imaginarse que lo anterior había sido una mera alucinación y continuó elevando la fe y denigrando la caridad. Un atardecer sintió frío. Entonces recorrió la casa y comprobó que los demás aposentos ya no correspondían a los de su habitación en la tierra. Alguno estaba repleto de instrumentos desconocidos; otro se había achicado tanto que era imposible entrar; otro no había cambiado, pero sus ventanas y puertas daban a grandes médanos. La pieza del fondo estaba llena de personas que lo adoraban y le repetían que ningún teólogo era tan sapiente como él. Esa adoración le agradó, pero como alguna de esas personas no tenía cara y otros parecían muertos, acabó por aborrecerlos y desconfiar. Entonces determinó escribir un elogio de la caridad, pero las páginas escritas hoy aparecían mañana borradas. Esto le aconteció porque las componía sin convicción.
Recibía muchas visitas de gente recién muerta, pero sentía vergüenza de mostrarse en un alojamiento tan sórdido. Para hacerles creer que estaba en el cielo, se arregló con un brujo de los de la pieza del fondo, y éste los engañaba con simulacros de esplendor y serenidad. Apenas las visitas se retiraban reaparecían la pobreza y la cal, y a veces un poco antes.
Las últimas noticias de Melanchton dicen que el mago y uno de los hombres sin cara lo llevaron hacia los médanos y que ahora es como un sirviente de los demonios.


Un teólogo en la muerte -Emanuel Swedenborg- traducción de Jorge Luis Borges (Historia universal de la infamia)

domingo, junio 16, 2013

El reino de este mundo - Alejo Carpentier



Alejo Carpentier (1904-1980)
 
 
 
 


















....Se sintió viejo de siglos incontables. Un cansancio cósmico, de planeta cargado de piedras, caía sobre sus hombros descarnados de tantos golpes, sudores y rebeldías. Ti Noel había gastado su herencia y, a pesar de haber llegado a su última miseria, dejaba la misma herencia recibida. Era un cuerpo de carne transcurrida. Y comprendía, ahora, que el hombre nunca sabe para quién padece y espera. Padece y espera y trabaja para gentes que nunca conocerá, y que a su vez padecerán y esperarán y trabajarán para otros que tampoco serán felices, pues el hombre ansía siempre una felicidad situada más allá de la porción que le es otorgada. Pero la grandeza del hombre está precisamente en querer mejorar lo que es. En imponerse tareas.
...


Extracto del Agnus Dei, El reino de este mundo, de Alejo Carpentier

lunes, junio 10, 2013

Cartas a un joven poeta - Rilke



Rainer María Rilke (1875-1926)



















Las mujeres, en las cuales permanece y habita la vida con más inmediatez, fecundidad y confianza, deben, en efecto, haber llegado a ser en el fondo personas más maduras que el ligero varón, no atraído más abajo de la superficie de la vida por el peso de ningún fruto corporal, y que, oscuro y apresurado, menosprecia lo que cree amar. Esta humanidad de la mujer, llevada adelante en dolores y humillaciones, saldrá a la luz cuando haya eliminado las convenciones de lo exclusivamente femenino en los cambios de su situación externa; y los hombres, que todavía no llegan hoy a sentirlo, quedarán sorprendidos e impresionados con ello. Un día (y de esto ya hay ahora signos prometedores, sobre todo en los países nórdicos), un día existirá la muchacha y la mujer cuyo nombre no signifique meramente una oposición a lo masculino, sino algo por sí, algo que no se piense como un comportamiento y un límite, sino sólo vida y existencia: la persona femenina.





Cartas a un joven poeta (carta séptima),  Rainer María Rilke (1875-1926)


domingo, junio 09, 2013

Retorno



Si pudiera esa gota
-ahora aplastada sobre la baldosa-
retornar a su nube;
entonces sí,
entonces volvería a creer en Dios.

lunes, junio 03, 2013

Recesión




Recomendación a Mariano Rajoy para empezar a salir del pozo:

Dejar de cavar.

sábado, junio 01, 2013

Versos dictados por el diablo




Contemplo miles de úteros
en reposo
sembrando laboriosamente la vieja Europa.
Las criaturas que los habitan succionan
la cálida ambrosía.
Nuestros fatigados pezones
temen la llegada de sus bocas dentadas.
Mientras, el destino afila los cuchillos
y les asigna una fecha y un nombre.

¡Ampliemos nuestras morgues,
tallemos nuestras cruces
y recibamos al jinete
con las manos atadas a la espalda!
Su caballo dejará un rastro de arena.
Sus ricas sedas cubrirán de luto
las cabezas de nuestras hijas.