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domingo, marzo 29, 2020

DESDE MI VENTANA (DIARIO DE UNA PANDEMIA) III


Amanezco con el cambio de hora continuando la lectura del Quijote en una mañana de gloriosa luz:

"En esto, ya comenzaban a gorjear en los árboles mil suertes de pintados pajarillos, y en sus diversos y alegres cantos parecía que daban la norabuena y saludaban a la fresca aurora, que ya por las puertas y balcones del Oriente iba descubriendo la hermosura de su rostro, sacudiendo de sus cabellos un número infinito de líquidas perlas, en cuyo suave licor bañándose las yerbas, parecía asimesmo que ellas brotaban y llovían blanco y menudo aljófar; los sauces destilaban maná sabroso, reíanse las fuentes, murmuraban los arroyos, alegrábanse las selvas y enriquecíanse los prados con su venida."

Capítulo XIV libro II Del Quijote.



lunes, marzo 23, 2020

DESDE MI VENTANA (DIARIO DE UNA PANDEMIA) II




Queda poco para que el cielo se oscurezca. El aire está fresco y limpio. La ausencia de tráfico y una pequeña tormenta han dejado una atmosfera tan limpia que llevo un rato con la ventana abierta intentando acapararla. A escasos ochocientos metros atisbo la fachada del hospital Miguel Servet con historias paralelas detrás de cada ventana.

Esta mañana he caído en la cuenta de que las dos formas de contagio por las que nos llega este virus endiablado son las manos y la boca. Precisamente los dos instrumentos que nos hicieron hombres y que nos separaron del resto de las criaturas. Con las manos -evolución de las patas delanteras-, comenzamos a fabricar las primeras herramientas elevándonos en la escala evolutiva de forma vertiginosa y efectiva. Nuestro cerebro, cada vez de mayor tamaño, empezó a tener necesidad de enseñar y de aprender; y habló y escuchó. El habla se perfeccionó rápidamente y derivó en habilidades  más complejas: emitió órdenes, argumentó y aprendió a pedir. Modeló palabras que acompañaran a las caricias y estas nuevas palabras debían ser suaves y breves, para que los hijos reconocieran a sus madres en la oscuridad de la cueva y los hombres supieran con qué pareja dormir.

Parece como si la Naturaleza decidiera golpear ahora nuestra soberbia con un ejército de microorganismos tapándonos las bocas con mascarillas y las manos con guantes, en una alarde de ironía tan fina y elaborada como cruel.





sábado, marzo 21, 2020

DESDE MI VENTANA (DIARIO DE UNA PANDEMIA) I




Un quinto piso, una pequeña habitación de apenas ocho metros cuadrados, un ventana orientada al Este que me permite escribir a estas horas recibiendo la luz del Sol - ajeno a este desastre-, una cama, un escritorio y libros escoltándome en el solitario acto de la escritura y el multitudinario acto del teletrabajo. Así está siendo mi primera semana de confinamiento.

Asisto al paso de los autobuses urbanos, que ahora circulan desocupados y se me viene a la cabeza la imagen de una fábrica recientemente abandonada en la que se han olvidado de apagar la maquinaria.

El miedo paraliza y nos envía mensajes erróneos. La noche del miércoles me fui a la cama con sospechas infundadas derivadas de una fuerte tos, que finalmente debió tener origen alérgico.

Llevo desde los doce años enganchado a la información de forma compulsiva. En un principio llegaba a ella a través de un pequeño transistor Sanyo de color blanco. En aquellos lejanos días tenías que buscar la información. Actualmente es la información la que te busca a ti. Pese a que soy consciente de que en esta calamidad debería incluir en la cuarentena a los medios, no soy capaz.

Me impresiona el aluvión de WhatsApp que me llegan al móvil a través de los diferentes grupos sociales y familiares a los que pertenezco. Pero no me asombra. Entiendo que en estos tiempos, privados de abrazos, la gente tenga la necesidad de enviar o reenviar memes, vídeos, y otros mensajes y comprobar que van apareciendo emoticonos sonrientes, carcajeantes o, incluso, respuestas más elaboradas. Somos personas y por eso enfermamos y necesitamos la aceptación de los demás.