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viernes, marzo 28, 2014

De dónde somos


Gabriel García Máquez




No nos iremos -dijo-. Aquí nos quedamos, porque aquí hemos tenido un hijo.
-Todavía no tenemos un muerto -dijo él-. Uno no es de ninguna parte mientras no tenga un muerto bajo tierra.


Fragmento de Cien años de soledad, Gabriel García Márquez

jueves, marzo 27, 2014

El reencuentro




Las voces de los niños del coro
se fueron depositando
como láminas de chocolate fundido
sobre el alma atormentada
del peregrino.

sábado, marzo 22, 2014

El bulto




Algo se mueve bajo la arena. Un bulto que sobresale entre la uniformidad plana del suelo arenoso, se desplaza unas veces despacio, otras deprisa. La razón indica que la causa de ese movimiento tiene que estar en un ser vivo debido a las trayectorias y ritmos variables. No me atrevo a acercarme para salir de dudas. Sé que con posar la mano sobre su forma podría ser suficiente: con ello notaría posibles latidos, densidades e incluso diferencias de temperatura. A una mala siempre podría ir un paso más allá y cavar sus límites convirtiendo mis manos en dos improvisados cucharones para  sacar a la criatura a la superficie, acabando con el misterio.  La ausencia de plantas u otros obstáculos hace que, de hecho, la inquietante protuberancia sea la dueña y señora del terreno.

-¡Emerge, Emerge, criatura demoníaca!- imploro.
El bulto parece haberme escuchado y se para frente a mí. Una tensa calma se apodera de la situación. En la inmensa playa desierta dos seres se enfrentan en onírico duelo. Una gaviota merodea nuestra posición como única espectadora.

Al intentar incorporarme, el bulto se introduce bajo la arena. Sonrío al descubrir su temor. Absurdo duelo de cobardes, pienso. Vuelvo a recostarme y nuevamente emerge el bulto a escaso metro y medio de mis ojos.

La gaviota acaba posándose sobre el bulto. Éste queda inmóvil. Noto su terror a ser devorado. La gaviota me mira fijamente y, a continuación, lanza un poderoso picotazo sobre el bulto. Dolorido me levanto de un salto con el pulgar de mi pie izquierdo ensangrentado, mientras la gaviota huye despavorida perdiendo gran parte de su plumaje.

jueves, marzo 06, 2014

Ha muerto Leopoldo María Panero IV


EL LOCO


He vivido entre los arrabales, pareciendo
un mono, he vivido en la alcantarilla
transportando las heces,
he vivido dos años en el Pueblo de las Moscas
y aprendido a nutrirme de lo que suelto.
Fui una culebra deslizándose
por la ruina del hombre, gritando
aforismos en pie sobre los muertos,
atravesando mares de carne desconocida
con mis logaritmos.
Y sólo pude pensar que de niño me secuestraron para una alucinante batalla
y que  mis padres me sedujeron para
ejecutar el sacrilegio, entre ancianos y muertos.
He enseñado a moverse a las larvas
sobre los cuerpos, y a las mujeres a oír
cómo cantan los árboles al crepúsculo, y lloran.
Y los hombres manchaban mi cara con cieno, al hablar,
y decían con los ojos «fuera de la vida», o bien «no hay nada que pueda
ser menos todavía que tu alma», o bien «cómo te llamas»
y «qué oscuro es tu nombre».
He vivido los blancos de la vida,
sus equivocaciones, sus olvidos, su
torpeza incesante y recuerdo su
misterio brutal, y el tentáculo
suyo acariciarme el vientre y las nalgas y los pies
frenéticos de huida.
He vivido su tentación, y he vivido el pecado
del que nadie cabe nunca nos absuelva.


Leopoldo María Panero

Ha muerto Leopoldo María Panero III


Ha muerto Leopoldo María Panero II






Ha muerto Leopoldo María Panero

Leopoldo María Panero


Llevo varios días sin publicar nada en el blog y así iba a seguir siendo hasta que este mediodía he escuchado la noticia de la muerte de Leopoldo María Panero.

Los que sigan este blog sabrán de mi aprecio por este poeta. Si alguien busca este nombre en Google encontrará calificativos como: maldito, poeta de la muerte, loco, el último gran poeta, el poeta más auténtico...

Al que me preguntase mi opinión sobre él y su obra, solamente le recomendaría que leyese su poesía sin prisas, saboreando sus excreciones. Le avisaría, eso sí,  de que la oscuridad que va a encontrar no es fruto de la falta de luz sino de la profundidad de sus recorridos.

En fin, descansa en paz Leopoldo María Panero. No te rías.