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domingo, noviembre 20, 2016

En mi vejez doy las gracias, W. Whitman

Walt Whitman 1819-1892 



En mi vejez doy las gracias; gracias antes de partir;
por la salud, el sol del mediodía, el aire impalpable, por la vida,
por el mero hecho de vivir;
por los preciosos e inextinguibles recuerdos (de ti, querida madre; de ti, padre; de vosotros, hermanos, hermanas, amigos); por todos mis días, no sólo los vividos en paz, sino también los días de guerra;
por las palabras cordiales, las caricias, los dones de otras tierras; por darme albergue, vino y alimento; por la amable estima
(vosotros, bienamados lectores, lejanos, nebulosos, desconocidos, jóvenes o viejos, innumerables, indeterminados; nunca nos hemos conocido, y nunca nos conoceremos, pero nuestras almas están fundidas en un largo y estrecho abrazo);
por los seres, los grupos, el amor, las acciones y las palabras, los libros, por los colores y las formas;
por los valientes, hombres fuertes, abnegados, que han acudido con prontitud en auxilio de la libertad, en todas épocas, en todas las naciones,
y por aquellos aún más valientes, fuertes y abnegados (un laurel especial, antes de partir, para los elegidos en la guerra de la vida, los servidores del cañón del canto y del pensamiento, los grandes artilleros, los líderes supremo, capitanes del alma):
como un soldado que ha vuelto de una guerra concluida, como un viajero entre miríadas de viajeros, que recuerda la larga procesión,
doy las gracias, ¡gracias regocijadas!, las gracias de un soldado, de un viajero.

En mi vejez doy las gracias, Horas de un septuagenario, Hojas de hierba, Walt Whitman




Walt Whitman: poeta de eternidad.

domingo, noviembre 13, 2016

Cosidos al vacío




Nacemos cosidos al vacío.

Crecemos entre telares de algodón
atendidos por hilanderas
de caras y senos redondos
cuyas fragancias nos adormecen
e impiden que veamos las delicadas costuras
que nos recorren las plantas de los pies.


Despertamos a un hambre nuevo
recorremos cinturas
palpamos gozosos
recibimos alientos
nuestros saltos son inverosímiles
¡somos dioses
por primera y última vez
somos dioses!
dioses dactilares
inmortales
felices
engendradores
y generosos.

Maduramos con el primer crujido de la tejedora
disipador de rostros amables
imán de óxidos tempranos.

Un día nos tira la vieja sutura ya olvidada
bajo los talones cosidos al abismo
donde palpitan decenas de corazones;
y el hilo despierta
y recorre de puntadas la piel
los huesos
las vísceras
y los ojos.

Desaparecemos sumisos
enhebrados por la Dama
zurcidora de nuestra piel vuelta
y desalojada.








viernes, noviembre 11, 2016

El sueño interrumpido








Ya he contado alguna vez que mantengo una fluida relación con los sueños, especialmente en su momento más frágil, cuando me encuentro entre el sueño y la vigilia.

Hace unos días, a las siete en punto de la mañana cuando ya me encontraba solo en la cama y permanecía inmerso en un inquietante sueño, pasó lo siguiente:

Estaba junto a una mujer de la que no recuerdo el rostro y con la que estaba conversando. Justo en el momento en el que me disponía a contarle algo que tenía tintes de ser al mismo tiempo confidencial y trascendente, sonó el despertador que tengo sobre la mesilla al lado derecho de la cama. Todavía dentro del sueño me vuelvo a mi izquierda y le pido a la mujer que espere un instante a que apague el dichoso despertador y que luego vuelvo con ella y le termino de contar lo que nos interrumpió la inoportuna alarma. Me vuelvo a la derecha, apago el despertador y al girarme a la izquierda de nuevo, mi interlocutora ha desaparecido. 

¿Quién era aquella mujer? ¿Qué era aquello tan importante que le quería contar?
Siempre he pensado que debemos estar especialmente pendientes de recordar los mensajes que nos envía el cerebro en las fases iniciales o finales de nuestro ciclo del sueño. Pero esta vez no pudo ser.











jueves, noviembre 10, 2016

El sensacionalista de Fernando Pessoa



A veces, sorprende la actualidad de algunos pensamientos escritos hace un siglo.








"En este crepúsculo de las disciplinas, en el que mueren las creencias y los cultos se cubren de polvo, nuestras sensaciones son la única realidad que nos queda. El único escrúpulo que preocupa, la única ciencia que satisface es la de las sensaciones.
Un decorativismo interior se me acentúa como el modo claro y superior de dar un destino a nuestra vida. Si mi vida pudiese ser vivida entre telas de raso del espíritu, yo no tendría abismos que lamentar.
Pertenezco a una generación -o, mejor, a una parte de una generación- que ha perdido todo el respeto por el pasado y toda creencia o esperanza en el futuro. Por eso, vivimos el presente con las ganas y el hambre de quien no tiene otra cosa.
........"


El sensacionalista, El libro del desasosiego, Fernando Pessoa