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viernes, agosto 31, 2007

LA "MEMBRANA DE LA INCREDULIDAD"


Santo Tomás no era una persona despiadada,
insegura, obtusa, ni desagradecida. Tan solo
poseía una “membrana de la incredulidad” más
gruesa que otros compañeros como San Pedro.

Siempre he mantenido que al nacer, además de múltiples
atributos intangibles, traemos una especie de
protector natural que nos servirá para andar
sobre este valle de tachuelas y así evitar
en algún grado el número de pinchazos a los que
estamos expuestos.

A este protector le he dado el nombre de “membrana
de la incredulidad”.

Está claro que el grosor de esta membrana gelatinosa
dependerá tanto de factores genéticos (temperamentales),
como de la educación que recibamos y de los “imputs”
que nos van a bombardear desde nuestro primer aliento.

Todo éste cóctel nos preparará para nuestras relaciones
personales adultas, truncará o apoyará nuestras creencias
religiosas, y nos forjará una personalidad más o menos
precavida.

Para terminar me gustaría dejar dos preguntas en el aire
para quien quiera respirarlas.

¿La información engrosa o enflaquece la membrana de
la incredulidad?

¿Es compatible una membrana fuerte y tupida con un
carácter optimista?