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miércoles, julio 22, 2009
AMANECER
Las cinco de la mañana. Es julio y el calor ha impedido que los
cuerpos descansen. La ciudad soporta los primeros bostezos.
Las primeras luces. Algunas cafeteras chillan sobre las placas
incandescentes. Cisternas. Grifos. La calle, en penumbra,
permanece atenta a los primeros movimientos dentro de las
colmenas humanas.
Sin luz no hay sombras, pero sobre el césped de la plaza,
un gato fija su mirada en una silueta. El leve chasquido de
un mechero ilumina por un instante el rostro de la silueta.
El primer humo del cigarrillo causa el parpadeo de la chica,
ocultando la belleza que contempla nuestro felino: dos
hermosas pupilas verdes, que dan a la plaza una pincelada
de color, entre tanto gris mortecino.
Julia, ajena a su admirador, parece ausente. El pensamiento
intenta huir de la imaginación que lo ha acorralado.
Julia tiene la mano izquierda metida en el bolsillo de
sus vaqueros. Los dos pies juntos. Una bolsa al hombro.
Un aspersor trae de nuevo a Julia a la calle gris sobre
la que permanece inmóvil. Gira la cabeza a ambos lados
buscando la llegada del autobús que le llevará a la fábrica.
El autobús no llega, pero se alegra al ver a un gato callejero
que la observa desde la plaza que tiene enfrente. El animal
esconde la cabeza tras sus patas delanteras, avergonzado.
................................................
Julia viaja con la cabeza apoyada en la ventanilla, sin poder
borrar de su memoria los ojos del gato que han inundado
todo su cerebro de un intenso azul. Julia se queda dormida
y sueña.
(el grito en el cielo)
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