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martes, julio 07, 2009

FUNERAL DE MICHAEL JACKSON




Hoy cientos de millones de personas en todo
el mundo asistirán a través de sus televisores
a un "espectáculo" propio del siglo XXI. El
funeral de Mickel Jackson. Será un espectáculo
cutre, vivido en un pabellón deportivo, al que asistirán
más de veinte mil invitados de los que más de la mitad,
padecerán obesidad, usarán un vocabulario de no más
de 200 palabras y llorarán desconsoladamente por sus
vidas vacías, aunque ellos pensarán que es por
ver a su ídolo muerto.

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Para quitarme el mal sabor de boca que me
deja esta vulgar histeria colectiva propongo viajar
al pasado, al año 323 A.C.

"Alejandro Magno murió en Babilonia un tórrido
día de junio del añ o 323 A.C. Los lamentos se
propagaron por la ciudad; los miembros de su guardia
personal deambularon bañados en lágrimas; los persas
se raparon la cabeza en señal de duelo; los templos apagaron
sus fuegos...
...A lo largo de dos años, mientras los elefantes avanzaban
pesadamente tras el séquito de los jefes militares
que cambiaban de bando, oro y piedras preciosas de
incalculable valor iban a parar al taller en el que los
maestros artesanos griegos perfeccionaban una carroza
fúnebre digna del destinatario. Se aceptó, cual si fuera
una ley e la naturaleza, que el catafalco no debía ser superado
en memoria, historia ni leyenda.
El féretro era de oro y el cuerpo que contenía estaba cubierto
de piedras preciosas. Los cubría un paño mortuorio púrpura
bordado en oro, sobre el cual se exponía la panoplia de Alejandro.
Encima se construyó un templo dorado. Columnas jónicas de oro
entrelazadas de acanto, sustentaban un techo abovedado de
escamas de oro incrustadas de joyas y coronado por una
relumbrante corona de olivo.. en cada esquina se alzaba una
Victoria...
En virtud de su enorme fama atrajo a muchos espectadores;
en cada ciudad a la que llegaba, la gente salía a su encuentro y lo
seguía al partir, sin cansarse jamás del placer de contemplarlo.
Semana tras semana , mes tras mes, al ritmo de las laboriosas
mulas, precedidos por constructores de carreteras... parando en las
ciudades donde ofrecían sacrificios y pregonaban epitafios, el
resonante, reluciente y enorme santuario de oro atravesó léntamente
mil seiscientos kilómetros de Asia."

(Alejandro Magno
Mary Renault)



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