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sábado, enero 26, 2013

EL RELOJ DE ARENA





Somos hormigas que pululamos dentro de un inabarcable reloj de arena. Exploradoras incansables, condenadas a caminar sobre el inestable árido. Nos emparejamos para evitar los enloquecedores ecos que produce la soledad dentro de la bóveda.

Observad cómo se filtran junto a los delicados granos de silicio, nuestros hijos. Si el día es claro y os tumbáis boca arriba, contemplareis el incesante traspaso de bebés hormiga a través del cuello del reloj.
Malgastamos nuestras vidas transportando la grava entre las mandíbulas en dirección a la cumbre de la duna. En su cúspide recibimos la lluvia de cristales y, extasiadas, nos dejamos enterrar en el ardiente maná. En el camino de regreso al nido me cruzo con una hormiga que asciende y, tras examinarla, compruebo que soy yo. Continúo la marcha agitando las antenas.

Sé que pasaré el invierno junto a mis compañeras, acurrucadas en un ovillo del que irán desprendiéndose algunos integrantes con el paso de las semanas.


Tememos el momento en el que caerá el último grano sobre nuestras cabezas. Cuando eso suceda, sabemos que El Relojero tomará entre sus dedos a la dama de cristal de fina cintura, e invertirá sus bóvedas.










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