Seguidores

lunes, noviembre 15, 2010

LUCAS



Me llamo Lucas. Tengo noventa y dos años y permanezco tumbado en la cama de un hospital con la cadera rota.No tengo hijos y sólo peso treinta y dos kilos. Me acompaña
mi esposa Josefina, que frisa los ochenta y nueve, de los cuales setenta los ha pasado a mi lado. Pero ya vale de números. Mi primera intención es que consigáis visualizarme.
Cubro mi cabeza con una gorra inglesa. Apenas ocupo espacio sobre la cama en la que represento tan solo una insignificante protuberancia. Mis facciones están afiladas a causa de la desnutrición. Los párpados dejan entrever sus caras internas más blanquecinas que las externas. Y en el centro mis ojos, vivos como los de un zagal. Los goteros me martirizan, pero soy consciente de que me van a acompañar hasta el final, y de que, paradójicamente, me van a atenuar los últimos dolores. En la cama de al lado se recupera de una intervención en la pierna un joven de sesenta y cinco años. Le molestan los
puntos pero le alegran sus hijos y el futuro. Le doy lástima. Es evidente, pero me hago el despistado para que no se sienta violento. Josefina ya no reza por mí. Cuando se
tienen mis años ya nadie reza por uno. Todos piensan quevives en tiempo de prórroga. Reconozco que no tengo ganas de luchar. Estoy cansado, aunque eso no signifique que
no me inquiete lo que me espera. La operación será un cara o cruz. Quizá no sobreviva y si lo hago será con una enorme pérdida de facultades. De una forma u otra, ya no será el Lucas
socarrón el que despierte. Estoy aprovechando estos días de espera para repasar mi vida. Sólo lloro de noche, cuando mi compañero duerme y Josefina ha ido a casa a descansar.

(Basado en un hecho real y reciente)

5 comentarios:

marikosan dijo...

Qué injusta es la vida a veces, unos malviven a base de prórrogas, mientras hay niños, que nunca pasan de la infancia.

Me ha gustado especialmente leer la palabra zagal, porque tiene sabor a mi tierra, esa tan añorada. Entrañable.

Un abrazo

Pitt Tristán dijo...

La muerte es cobarde para los que no la huyen y animosa para los que la temen. El desprecio de la muerte, he ahí el principio de la fuerza moral.

Anónimo dijo...

Me gusta el animo del anciano y que sepá que lo que le queda es un regalo

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
el grito en el cielo dijo...

En esta historia no he fabulado. Solo he cambiado los nombres. Hay dos cosas que no soporto: El sufrimiento de los niños y el de los ancianos. ¿ Es la vida una campaña de Gauss ?