En el capítulo titulado Chesos y Ansotanos, José Luis
Melero, cuenta una historia que aparece en las memorias
de José María Castro y Calvo; y que nos habla del "carácter
altivo y arrogante que caracteriza a tantos aragoneses":
" Con motivo de la construcción de la universidad de verano
de Jaca las autoridades de esta ciudad altoaragonesa...fueron
a cumplimentar al rey Alfonso XIII. En la comitiva no podía
faltar una nutrida representación de los mozos de Echo y Ansó
ataviados con sus trajes tradicionales, que entonces aún
vestían a diario la práctica totalidad de los habitantes de
esos valles. El rey, sorprendido por la postura, elegancia y
majeza de de estos montañeses-que ni por un momento,
dice Castro y Calvo, perdieron la calma, ni se encogieron
asombrados ante las luces, las alfombras, los mármoles de
Palacio-, les ofreció la posibilidad de que se quedaran allí
para ser sus alabarderos; y entonces el mayoral de la
comisión, hombre alto, rubio, de ojos claros y hablar lento,
le contestó orgulloso en nombre de todos: "Agradecemos a
V.M. las palabras y haberse dignado a recibirnos, pero nos
volvemos a las montañas: no sabemos si valemos para servir".
Y añade Castro y Calvo que sin duda estaba vivo en su
pensamiento aquel legendario precepto del Fuero para
tomar juramento a los reyes de Aragón:
"Nos, que cada uno valemos tanto como vos y que juntos
podemos más que vos, os hacemos nuestro rey y señor,
con tal que guardéis nuestros fueros y libertades. Y si no, no".
" Con motivo de la construcción de la universidad de verano
de Jaca las autoridades de esta ciudad altoaragonesa...fueron
a cumplimentar al rey Alfonso XIII. En la comitiva no podía
faltar una nutrida representación de los mozos de Echo y Ansó
ataviados con sus trajes tradicionales, que entonces aún
vestían a diario la práctica totalidad de los habitantes de
esos valles. El rey, sorprendido por la postura, elegancia y
majeza de de estos montañeses-que ni por un momento,
dice Castro y Calvo, perdieron la calma, ni se encogieron
asombrados ante las luces, las alfombras, los mármoles de
Palacio-, les ofreció la posibilidad de que se quedaran allí
para ser sus alabarderos; y entonces el mayoral de la
comisión, hombre alto, rubio, de ojos claros y hablar lento,
le contestó orgulloso en nombre de todos: "Agradecemos a
V.M. las palabras y haberse dignado a recibirnos, pero nos
volvemos a las montañas: no sabemos si valemos para servir".
Y añade Castro y Calvo que sin duda estaba vivo en su
pensamiento aquel legendario precepto del Fuero para
tomar juramento a los reyes de Aragón:
"Nos, que cada uno valemos tanto como vos y que juntos
podemos más que vos, os hacemos nuestro rey y señor,
con tal que guardéis nuestros fueros y libertades. Y si no, no".
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