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jueves, julio 26, 2012

LA COLECCIÓN DE ALFREDO


Alfredo tiene nueve años y está enfadado con su madre que no le permite enseñar su habitación a ninguna visita. Cuando un compañero de clase sube a su casa a jugar, tienen que conformarse con corretear por el comedor y los pasillos mientras la puerta de su dormitorio permanece cerrada con llave. Alfredo llora de rabia tumbado en la cama. Ya ha cenado y, antes de apagar la luz, echa un vistazo a la pared que tiene frente a él y que está completamente cubierta por una estantería de dos niveles. Sobre cada una de las dos largas baldas se sientan, a modo de sendos bancos, los papás de Alfredo. Los pies de los del nivel superior amenazan las cabezas de los del inferior. Sin embargo los meses de cohabitación forzosa han reducido esta molestia a un leve asunto de organización. Están charlando de sus cosas, aunque en un leve murmullo para no molestar a su madre que no anda muy bien de los nervios. Hablan de fútbol, de mujeres y de un trabajo que ya dan todos por perdido a estas alturas. Alfredo no es amigo de contar, por lo que no sería capaz de decirnos cuantos padres tiene en su colección. En cambio es un maniático del orden. Desde el día en el que, sin saber ni cómo ni por qué, al volver de clase, se encontró esta extraña colección en su cuarto, los ha recolocado; primero por tamaño de mayor a menor y de izquierda a derecha. Otra vez le pareció gracioso agruparlos por el color del cabello; a los calvos los arrinconó. Otra vez por el tono de voz. Ellos nunca protestan e intentan no alborotar mientras cambian de ubicación; solo quieren lo mejor para su amado hijo. Fue un alivio de intendencia comprobar que este numeroso grupo carece de las  mínimas necesidades fisiológicas. Eso sí, consiguió convencer a su madre para que le instalase una pantalla de televisión de 21 pulgadas sobre la cama para que se entretengan por las mañanas mientras él acude a clase. El momento del día más feliz para Alfredo es cuando llega a casa por la tarde y abre la puerta de su habitación. Todas las cabezas se giran a la derecha dirección a Alfredo y le saludan al unísono: "Buenas tardes hijo". Él contesta cortés: " Buenas tardes papás". Alfredo les cuenta los problemas que ha tenido en el colegio y ellos le aconsejan atropelladamente ya que todos quieren hablar al mismo tiempo. Su madre sube el volumen de la radio que tiene en la cocina para no escuchar el barullo, mientras prepara la merienda de Alfredo. Ellos sonríen  a coro pero bajan prudentemente la voz. Pero Alfredo no es feliz del todo porque le gustaría poder enseñar su colección a sus amigos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

MB

neko dijo...

Intento volver a la realidad de la vida poquito a poco, y me encuentro con un relato que me trae extraños recuerdos del pasado... si en lugar de Alfredo fuera Carolina, creería que es una historia real.

mimarzgz dijo...

Neko, me alegro de volver a tener noticas tuyas. He visto que has vuelto a publicar un relato en tu blog que recomiendo a todo el mundo. La colección de Alfredo es un relato que empezó con una imagen como la mayoría de mis relatos. La imagen era la de dos estantes repletos de padres. A partir de ahí, la historia. Saludos cordiales,