Siempre hay una primera vez. Que esa primera vez no sea la última, depende de la suerte. Os preguntaréis a qué viene este comentario. Pues bien, es muy sencillo: la pieza que os acerco en esta entrada fue la culpable de que, en la adolescencia , me aficionara a la música clásica. Me impactó tanto su belleza que me incitó a bucear en el casi ilimitado repertorio de los grandes compositores. Veinticinco años más tarde sigo buscando.
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