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martes, enero 01, 2008

BICENTENARIO DE LOS SITIOS DE ZARAGOZA 1808-2008


Para inaugurar el año 2008 os traigo un artículo que publiqué
el año pasado en el periódico digital www.gozazaragoza.com, sobre los dos sitios acaecidos en la ciudad de Zaragoza por parte de tropas francesas hace ahora dos siglos.

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LOS SITIOS DE ZARAGOZA

En los albores del siglo XIX, la ciudad de
Zaragoza, que contaba con algo más de 42.000
habitantes, se enfrentó al ejército más poderoso
del mundo, dando un ejemplo, a los países subyugados
por la megalomanía de Napoleón, de que era posible
la resistencia frente a Francia. Valentía y sacrificio
de una ciudad entera por defender su libertad,
que le hizo entrar en la reducida élite de las ciudades
heroicas.

ANTECEDENTES

En una Europa gobernada por monarquías absolutas,
a finales del siglo XVIII, el pueblo francés
decide revelarse contra los abusos y la incapacidad
de sus monarcas llevándolos a la guillotina e
instaurando un nuevo régimen, la república, que moverá
los cimientos de la vieja Europa, en el mismo momento en
que la cabeza de Luis XVI rodó sobre la cesta de la historia.

Pero el resto de monarquías temerosas de acabar descabezadas
como la francesa, ejercerán toda su influencia
en sus pueblos para demonizar los nuevos ideales
de la revolución: libertad, igualdad, fraternidad.


España no fue una excepción. Pero la guerra contra la
república francesa que empezó en 1793, acabó en 1795
con la paz de Basilea que abriría unos años de alianzas
con nuestro vecino del norte que no gustarán a Inglaterra.

La decisión del primer ministro Godoy apoyada por
su soberano Carlos IV, de aliarse con Francia provocar
finalmente un enfrentamiento con el imperio británico
que nos llevará a permitir la entrada de las tropas
napoleónicas en tierras españolas con la excusa de
atacar a Portugal que estaba aliado con los ingleses.

Godoy que fue nombrado primer ministro en 1792 intentó
traer la modernidad a un país sumido en el feudalismo,
donde la aristocracia y la iglesia estaban acostumbrados
a manejar los hilos del poder. Estos viejos estamentos
de poder elegirán a Fernando, hijo de Carlos IV, como
pretexto para derrotar a su enemigo Godoy y acabar
con sus reformas.

Napoleón mientras tanto seguía introduciendo sus tropas
en la península y convenció a los fernandinos
de que su incursión en España era para subir al trono
al príncipe de Asturias, lo que provocó que Carlos IV,
Maria Luisa y Godoy intentaran escapar a América desde
la ciudad de Aranjuez a lo que se opusieron sus habitantes
reteniéndolos y capturando a Godoy. A las pocas semanas
Fernando VII, el favorito de la aristocracia, entraba en
Madrid entre vítores.

Fernando lo primero que haría sería intentar alcanzar
el apoyo de Napoleón y éste le tendería una trampa
citándole en Bayona donde le hizo prisionero.

Napoleón ya tenía el camino libre para realizar su
deseo de apoderarse de una España mal gobernada,
instalada en el feudalismo, pero cuyas gentes acabarán
sublevándose contra el invasor.

LA ZARAGOZA DE 1808.

La población de Zaragoza, ajena en gran parte a la
política de la corte, llevaba varios años sufriendo problemas
de desabastecimiento, alza de precios, y duras políticas fiscales.
El descontento y las revueltas eran cotidianas.
El 22 de marzo de 1808 coincidiendo con la caída de Godoy
cientos de universitarios provocan algaradas callejeras.
Las autoridades ponen fin al curso universitario con un
aprobado general.
Un joven militar hijo de los marqueses de Lazán, que pertenecía
a la elitista Guardia de Corps, acompañó a Fernando VII a Bayona
como parte de su escolta. José de Palafox, ante la evidencia de
la trampa, intenta liberarlo pero es descubierto y regresa rápido
a Zaragoza.
Será sobre las espaldas de este brigadier sobre las
que recaerá la defensa de la ciudad.

MOMENTOS PREVIOS

La ciudad es un hervidero, y los acontecimientos del
dos de mayo en Madrid, las arengas en las iglesias,
y la presencia cada vez más numerosa de las tropas
invasoras en toda la península harán que, el 24 de
ese mismo mes, cientos de ciudadanos apresen al capitán
general y recojan 5.000 armas que reparten entre
sus conciudadanos. A continuación y a propuesta de
algún cabecilla de la revuelta ,deciden ir a La Alfranca
a por Palafox, con el que entran en Zaragoza.
El 26 de mayo Palafox era nombrado Capitán General.
Para dotar su repentino cargo de legitimidad, se decide
convocar a las Cortes del Reino de Aragón para el 09
de junio. La última vez que se convocaron fue en el
año 1707 ya que fueron suprimidas posteriormente
por los Decretos de Nueva Planta. Siguiendo la tradición
se convocó a los cuatro brazos o estamentos; Iglesia,
nobleza, hidalgos, y ciudadanos, que ratificaron
el nombramiento de Palafox y establecieron una
Junta Suprema de Gobierno.
El discurso de Palafox a las Cortes fue una declaración
de guerra al invasor y como tal fue tomada por Napoleón
que la recibió con un acceso de ira no exenta de preocupación,
al comprobar como un pequeña ciudad podía
poner en duda su omnímodo poder sobre Europa.


“...llegó el día 24 de mayo, día de gloria para toda España;
y los habitantes de Aragón, siempre leales, esforzados y
virtuosos, rompieron los grillos que les
preparaba el artificio, y juraron morir o vencer...”

PREPARATIVOS MILITARES

Con todo lo indicado anteriormente sólo quedaba
prepararse para lo que se avecinaba.
Las fuerzas militares con las que contaba la ciudad de
Zaragoza eran escasas y Palafox declaró el reclutamiento
forzoso de todos los aragoneses entre 17 y 40 años.
Todos los corregimientos se pusieron manos a la obra.
Otra cosa fue la del equipamiento ya que las prisas y
la falta de fondos económicos complicaron la labor.
Pero pese a las dificultades, los pueblos y ciudades
de Aragón enviaron sus tropas mal uniformadas y peor
armadas pero dispuestas a derramar hasta la última gota
de sangre.

La ciudad de Zaragoza no estaba amurallada, pero
tenía dos barreras naturales, el Ebro al Norte
y el Huerva al Este. El Sur y el Oeste tan sólo
estaban protegidos por un frágil muro de ladrillo
y los castillos de la Aljafería y el convento de
los agustinos. Esta situación planteó la duda de si
era mejor atacar a las tropas francesas en campo abierto
o atrincherarse en las calles de la ciudad. Se decidió por
la segunda opción sobre todo después de comprobar la
inferioridad de nuestros efectivos frente a un ejército
bien preparado y mejor pertrechado en las batallas de
Tudela, Mallén y Alagón. En Tudela el hermano de José
Palafox intentó con 6.000 hombres evitar la entrada
del enemigo en tierras aragonesas pero en unas horas el
general Lefébvre toma la ciudad y causa el repliegue hasta
Mallén donde volverán a ser derrotados el 13 de junio. Este
descalabro sumirá la ciudad de Zaragoza en la desmoralización
al ver en la práctica el peligro al que se estaban enfrentando.
Tres días más tarde el propio Palaf sale al encuentro de los
franceses en Alagón con 6.000 efectivos, pero al cerciorarse
de la desproporción de las fuerzas que ya se divisaban,
decidió volver a Zaragoza.

El 15 de junio el general francés ya instalado en Alagón
con sus 14.000 hombres saborea la, que piensa, será
una victoria fácil y ejemplarizante sobre la
orgullosa ciudad de Zaragoza.
Palafox saldrá, por la puerta del Angel, dirección a Belchite,
dejando a Vicente Bustamante al mando de la ciudad, para
reagrupar tropas con las del varón de Warsage, las instaladas
en Calatayud y otras dispersas en las cercanías de Belchite.
Se calcula que aglutinó 8.000 hombres, más de 100 caballos
y algunas piezas de artillería.
Pero la salida del General Palafox fue entendida por algunos
como una deserción y a punto estuvo de causar
la rendición de la ciudad por parte del concejo zaragozano a no
ser por la intervención airada de los paisanos.
Ese mismo día 15 de junio comenzará el primer sitio de
Zaragoza que durará tres meses y que sorprenderá a la
temerosa Europa siendo un acicate para el posterior alzamiento
de los pueblos frente al tirano.

EL PRIMER SITIO

Un bombardeo incesante golpeó la ciudad durante largas
horas haciendo vibrar las piedras y los corazones.
Dos columnas se lanzaron contra las puertas del Carmen,
el Portillo y Santa Engracia que fueron traspasadas con
relativa facilidad, pero lo que encontraron las tropas
invasoras no lo esperaban.
Una columna fue aniquilada por las fuerzas aragonesas
que esperaban tras la puerta del Carmen, siendo la temida
caballería polaca atacada por un grupo de mujeres armadas
con cuchillos, acabando caballos y jinetes traspasados
por sus filos a su llegada a la plaza del Portillo.
La puerta de Santa Engracia será una trampa para los
franceses que intentaron franquearla, ya que al superar
la valla exterior del convento quedaron atrapados sin
posibilidad de escape.
La huida de los franceses dejará 700 de los suyos
amontonados en las calles y plazas, siendo sus últimas
visiones, aceros, pólvora y polvo.
Los huidos llevaron a su general el mensaje de la derrota
mientras los defensores se afanaban para socorrer a sus
heridos y enterrar a sus muertos.

Palafox, mientras tanto, seguía fuera de Zaragoza en su
idea de que la defensa de la ciudad debía plantearse fuera
de la misma con ataques combinados a su retaguardia y
líneas de abastecimiento. Desde Belchite pasará a La Almunia
donde consiguió refuerzos y, tras algunas discusiones, llegará
a Epila, donde será atacado por el coronel Chopiski, venciéndole
la noche del 22, y provocando una desbandada de las fuerzas
de Palafox, que huyeron hasta Belchite donde se reagruparon, para
dirigirse finalmente a Zaragoza desde Velilla.

Los franceses esperaban refuerzos limitándose al envío
de un pliego de rendición el 17, y un bombardeo el 24.
El 25 de junio llegó al mando de una división el general
Verdier, que tomó el mando de las tropas que sitiaban la
ciudad, relevando a Lefévbre. La elección por Napoleón
de este veterano general no era casual. Zaragoza debía
caer y pronto.

Verdier decidió bombardear masivamente la ciudad durante
tres días con sus noches llevando el terror a sus gentes.
Un terror que se intensificó con la explosión fortuita
del polvorín de San Valero que produjo un rugido de tal
magnitud que se pudo escuchar en varias localidades
cercanas a Zaragoza.

Al día siguiente los franceses vuelven a atacar las puertas
del carmen y santa Engracia donde vuelven a ser derrotados,
pero en cambio consiguen tomar la posición de Torrero,
al ser abandonada por el jefe de puesto, el coronel Falcó.
Palafox castigará esta actitud ejecutándole el 22 de agosto.
Desde esta posición elevada, Verdier dirigió su fuego
artillero contra la Aljafería y las puertas del Portillo
y del Carmen.

El mismo día que el francés castigaba el castillo de la Aljafería
entró Palafox en Zaragoza con las tropas de refuerzo y el 09
lo hizo su hermano Francisco. Entre los dos aportaron 2.200
hombres armados.
Recién amanecido el día 2 de julio se lanzan seis columnas
francesas sobre las puertas del Carmen, Santa Engracia,
el Portillo, Sancho, la Aljafería y el convento de Agustinos.

Ha pasado a la historia de las acciones heroicas, la actitud
de una mujer anónima que, ante la muerte de sus artilleros,
prendió la mecha de un cañón, ante la incredulidad de los
atacantes que huirán despavoridos entre la excitación de
los defensores. Palafox, que se encontraba en esos momentos
en la defensa de la puerta del Portillo, colocó los emblemas de
Sargento a una desconcertada Agustina Zaragoza.
Verdier no tuvo más remedio que encajar esta nueva derrota,
replanteándose la estrategia sobre la toma de la ciudad,
decidiendo el cierre de la misma. El 11 de julio cruza el Ebro
por Juslibol cercándola con el objetivo de desabastecerla.
Para apoyar este objetivo se mandan tropas
para saquear los pueblos de la margen izquierda del río;
así como a Calatayud y Tauste, cortando las vías de
suministro de los sitiados. EL 29 atacan los molinos
de las Almas y del Pilar.
El 1 de agosto llegan más tropas francesas al mando de
Bazancourt, con lo que ya eran 15.000 los sitiadores, que
ya rodeaban completamente Zaragoza.
Al día siguiente el fuego cayó como la lluvia sobre las
puertas, las calles y las gentes, empapando de muerte
y cenizas la ciudad.
Verdier intentó dividir la ciudad en dos, dirección sur-norte.
El gran número de efectivos, ya dentro de la ciudad,
provocó una encarnizada lucha con numerosas bajas en ambos
ejércitos, decidiéndose la salida de Palafox de Zaragoza
para buscar tropas de refuerzo. Pero los zaragozanos
mantuvieron a los invasores retenidos sin poder cruzar
el Coso en encarnizada lucha cuerpo a cuerpo. El general Verdier
fue herido pasando el mando a Lefevbre. Este
volvió a conminar a los defensores a rendirse, pero
fue respondido con la célebre frase de “guerra y cuchillo”.
Al fin llegó Palafox con los víveres y los refuerzos
que había conseguido reunir, al mismo tiempo que se conocía
la noticia de la victoria española en Bailén que obligó
a los franceses a retirarse de Zaragoza para apoyar
la huida de José I desde Madrid hacia Vitoria. Así se
puso fin al primer sitio de Zaragoza el día 13 de agosto
con la voladura del monasterio de santa Engracia. En
msu retirada dejaron 3.000 compatriotas muertos y
una huella de profunda humillación en el alma de Napoleón
que cometió el error de infravalorar el espíritu de los
españoles a los que quería llevar las ideas de la ilustración,
intentando sacarles del feudalismo, pero sin contar antes
con su aquiescencia.
El castigo ante tanta ingratitud llegará en el mes de
noviembre en el que Napoleón en persona guiará a
más de 250.000 soldados para castigar el país que
tanta deslealtad le había manifestado. Esta vez se
trataba de un ejército formado por veteranos.
El mariscal Lannes mandará las tropas del Ebro y
logrará la primera victoria en Tudela, el 23 de
noviembre lo que dejará expedito el camino a Zaragoza.

SEGUNDO SITIO

Zaragoza esta vez había dispuesto de más tiempo para
preparar la defensa. A diferencia del primer sitio,
ahora se disponía de 35.000 militares al mando de los
mariscales Moncey y Portier, lo que preveía una resistencia
más contundente, pese a no tener finalizadas las obras
de defensa. Paradójicamente tal cantidad de tropas
serían la causa del desabastecimiento y las enfermedades
como el tifus, que serán determinantes en la doblegación
de la plaza.
La estrategia francesa estará muy determinada por la
ingeniería y la cautela. Tras rodear la ciudad, se dispuso
a cavar trincheras cada vez más cercanas a las puertas de
la ciudad y mediante la utilización de minas se iban
destruyendo las defensas. Palafox ordenaba incursiones
de castigo fuera de la ciudad, muchas de ellas con éxito,
pero el cerco era definitivo. Dos meses de encarnizadas
batallas puerta a puerta, cuerpo a cuerpo, verán su
reflejo en las líneas que escribe el mariscal Lannes:
“¡Qué guerra! ¡Qué hombres! Un sitio en cada calle; una
mina bajo cada casa.¡ verse obligado a matar a tantos
hombres, o mejor dicho, a tantos furiosos!. Aquella guerra
es horrible: Se lo he dicho al emperador, la victoria da
pena...”

Casta Alvarez y Manuela Sancho, serán reflejo de la valentía
de la mujer zaragozana.
A finales del mes de febrero Palafox cae enfermo de tifus
y cede el mando al teniente general O´Neille agonizante,
al igual que el varón de Warsage herido por bala de cañón,
por lo que finalmente será el general Saint Marq que decidirá
aceptar la capitulación pese a la negativa
de Palafox. La capitulación fue dura en extremo por
deseo de Napoleón y el espectáculo de los 6.000 cadáveres
que alfombraban las callejas de Zaragoza y el desfile
de las tropas vencidas harán escribir al general
Léjeune:
“ La columna española salió ordenadamente con sus banderas
y armas. Nunca pudo nuestra vista contemplar un espectáculo
más triste y conmovedor. Trece mil hombres enfermos con
el germen del contagio en su sangre, enflaquecidos
horriblemente, de barba negra, larga y descuidada, con fuerza
apenas para sostener sus armas, se arrastraban lentamente
al sonido del tambor. Sus trajes sucios y en desorden, bosquejaban
un cuadrote la más espantosa miseria. Un sentimiento de arrogancia
y orgullo indefinibles aparecía en los rasgos de sus semblantes
lívidos, ennegrecidos por el humo de la pólvora y sombríos por
la cólera y la tristeza...En el momento en que estos bravos
depusieron sus armas y entregaron sus banderas veíaseles
presa de un violento sentimiento de desesperación. Sus ojos
chispeaban de cólera.”

La venganza será la rúbrica del segundo sitio. Ejecuciones
selectivas, como la de padre Boggiero, y el traslado
a Francia, a pie, de los 12.000 prisioneros para realizar
trabajos forzados, de los que muchos se librarán por
morir en el suplicio del camino.
No se merecían este final nuestros valientes, pero así
se pudo ver el verdadero rostro de un tirano
disfrazado de salvador de Europa: el emperador de
vanidades; Napoleón.

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