Al oír otra pieza de Mozart, esta tarde, no he podido evitar sentir ese toque de melancolía que se respira en toda su obra, eso sí adornada del más puro y elegante clasicismo. Es como si después de acceder a mantener un baile con él, te susurrara al oído sus penas, y te dejara entrever el abismo que debió atormentarle toda su vida.
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