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sábado, julio 23, 2011

EL PAPEL ADHESIVO

En la tienda de chinos del barrio a la que Carlos acudió para comprar unas cajas de cartón de colores vistosos que sirvieran para ordenar cosas y decorar sus aburridas estanterías, vio un paquete en el que ponía a bolígrafo: "Papel adhesivo para pegar preocupaciones". Empujado por su curiosidad y, por qué no decirlo, por su exiguo precio, decidió comprarlo. Al llegar a casa y abrirlo, comprobó con desazón que las instrucciones  de uso estaban en chino.- A Carlos le traumatiza tomar decisiones equivocadas; es de naturaleza perfeccionista-. Notó esa quemazón que precede a sus frustraciones. Tomó uno de los papeles adhesivos del paquete; introdujo la uña del dedo índice en una de sus esquinas y retiró la lámina que protege el adhesivo. - Como mis viejos cromos - Pensó. Olió el adhesivo y se lo pegó sobre el dorso de la mano. Se lo quitó de un tirón para observar el número de pelos que se le habían adherido. Una extraña y reconfortante sensación le recorrió como una sacudida. Un desconocido ímpetu le introdujo en una nube de oxígeno, que le abrió todos los poros y una extraordinaria ilusión por vivir le lanzó contra la ventana de la habitación. Inspiró con fuerza una gran bocanada de aire que sucumbió ante la enorme fuerza succionadora de sus pulmones. Gritó a los cuatro vientos que era el hombre más feliz del mundo.  Bajó corriendo las escaleras y llegó a la calle armado del paquete. Se acercó de tres zancadas a un anciano malhumorado y, pese a sus protestas, le aplicó el adhesivo en el antebrazo y, al retirárselo, se le desprendió la expresión disgustada de la cara como una vieja hoja seca; abrió unos enormes ojos azules y empezó a entonar viejas canciones infantiles. Los niños del parque del barrio observaban extrañados a sus padres dar volteretas y subirse a los árboles, tras el milagroso paso del señor provisto de un extraño paquete de papeles. Carlos pasó la tarde recorriendo calles y plazas y, al anochecer, decidió volver a la tienda de chinos para explicarles lo sucedido. Al llegar al local vio incrédulo que ahora su espacio era ocupado por una vieja zapatería. Se aplicó un adhesivo y entró en la tienda para comprar unas botas de mil leguas.

3 comentarios:

Pitt Tristán dijo...

Relato digno de Cortázar.

marikosan dijo...

Qué bonito, y qué fácil, yo también quiero un papel adhesivo d esos!!!

mimarzgz dijo...

Gracias a los dos. Lo cierto es que tengo en casa las dos cajas de cartón. Sólo me costaron 6€.