Y José había ido a buscar comadronas. Mas, cuando
estuvo de vuelta en la gruta, María ya había parido
a su hijo. Y José le dijo: Te he traído dos comadronas,
Zelomi y Salomé, mas no osan entrar en la gruta a
causa de esta luz demasiado viva. Y María, oyéndolo,
sonrió. Pero José le dijo: No sonrías, antes sé prudente,
por si tienes necesidad de algún remedio. Entonces
hizo entrar a una de ellas. Y Zelomi, habiendo entrado,
dijo a María: Permíteme que te toque. Y, habiéndolo
permitido María, la comadrona dio un gran grito y dijo:
Señor, Señor, ten piedad de mí. He aquí lo que yo nunca
he oído, ni supuesto, pues sus pechos están llenos de
leche, y ha parido un niño, y continúa virgen. El nacimiento
no ha sido maculado por ninguna efusión de sangre,
y el parto se ha producido sin dolor. Virgen ha concebido,
virgen ha parido y virgen permanece.
Oyendo estas palabras, la otra comadrona, llamada Salomé
dijo: Yo no puedo creer eso que oigo, a no asegurarme por
mí misma. Y Salomé, entrando, dijo a María: Permíteme
tocarte, y asegurarme de que lo que ha dicho Zelomi
es cierto. Y, como María le diese permiso, Salomé adelantó
la mano. Y, al tocarla, súbitamente su mano se secó, y
de dolor se puso a llorar amargamente y a desesperarse,
y a gritar: Señor, sabes que siempre te he temido, y he ayudado
a los pobres sin pedir nada a cambio, y que nunca he
despachado a un menesteroso con las manos vacías. Y he
aquí que me veo desgraciada por mi incredulidad, y por
dudar de vuestra virgen.
Y, hablando así, un joven de gran belleza apareció a su lado,
y le dijo: Aproxímate al niño, adóralo, tócalo con tu mano, y
él te curará, porque es el salvador del mundo, y de cuantos
esperan en él. Y tan pronto como ella se acercó al niño
y lo adoró y tocó los lienzos en los que estaba envuelto, su
mano fue curada.
he oído, ni supuesto, pues sus pechos están llenos de
leche, y ha parido un niño, y continúa virgen. El nacimiento
no ha sido maculado por ninguna efusión de sangre,
y el parto se ha producido sin dolor. Virgen ha concebido,
virgen ha parido y virgen permanece.
Oyendo estas palabras, la otra comadrona, llamada Salomé
dijo: Yo no puedo creer eso que oigo, a no asegurarme por
mí misma. Y Salomé, entrando, dijo a María: Permíteme
tocarte, y asegurarme de que lo que ha dicho Zelomi
es cierto. Y, como María le diese permiso, Salomé adelantó
la mano. Y, al tocarla, súbitamente su mano se secó, y
de dolor se puso a llorar amargamente y a desesperarse,
y a gritar: Señor, sabes que siempre te he temido, y he ayudado
a los pobres sin pedir nada a cambio, y que nunca he
despachado a un menesteroso con las manos vacías. Y he
aquí que me veo desgraciada por mi incredulidad, y por
dudar de vuestra virgen.
Y, hablando así, un joven de gran belleza apareció a su lado,
y le dijo: Aproxímate al niño, adóralo, tócalo con tu mano, y
él te curará, porque es el salvador del mundo, y de cuantos
esperan en él. Y tan pronto como ella se acercó al niño
y lo adoró y tocó los lienzos en los que estaba envuelto, su
mano fue curada.
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