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lunes, septiembre 20, 2010

CARTA A LABORDETA


Buenas noches Labordeta. Llevo dos días pensando qué palabras dedicarte
ahora que nos has dejado. Te reconozco que me está costando un gran
esfuerzo. No entiendo cual puede ser la causa de esta sequía verbal. Te
imagino mirándome fíjamente a través de tus gafas y preguntándome que
quién soy yo y porqué escribo sobre ti. Sí, creo que es el pudor lo que me
ha bloqueado. Tú no me conoces pero yo empecé a oir de ti en el colegio.
Resulta que tenía un profesor que era clavado a ti. La misma cara: tus ojos,
tu nariz, tu mismo bigote, el mismo escaso cabello e igualmente distribuido y,
por si fuera poco, el mismo nombre y similar apellido (Labeaga) . Hace casi
treinta años de esto. Se reía mi profesor al recordar que le gente le pedía
autógrafos por la calle y que si les sacaba el DNI para demostrar su auténtica
identidad, el lío aumentaba. Luego vino lo de El país en la mochila. Estabas
enorme. Todo España pudo conocerte. El cariño que ponías en cada entrevista
era un soplo que nos ayudaba a respirar. Recuerdo como llevabas en la mochila
el carácter aragonés; afable y noble. Más adelante recuerdo cruzarme contigo por
diferentes calles de nuestra ciudad. Un día en el Paseo de la Independencia estuve
a punto de
saludarte, pero me arrepentí en el último instante. Este maldito pudor.
Otra vez que estaba en casa de un amigo me asomé a la ventana, desde la que me
indicó que se veía la fachada de tu vivienda.
Años más tarde me encuentro en un autobús entonando tu canto a la libertad,
garrampeado de emoción y rodeado de gente de todas las edades, al llegar a

Madrid para manifestarnos en contra del trasvase del Ebro.
Con la lectura de tus libros: Cuentos de san Cayetano, Los amigos contados y

Tierra sin mar, descubrí un niño que corría con sus amigos Sanz, Perdiguera y
Palacios en los aledaños del Mercado Central. También tu devoción por tu hermano
Miguel. Tus felices años en Teruel. Te visualicé en tu Belchite, en el Moncayo y
en los Monegros.
Pero, de todo lo que te leí, lo que más me impresionó fue la legión de amigos que
siempre te han rodeado. Hay que ser muy buen tipo para tener tantos amigos.
Los últimos años fueron de política con mayúsculas. Un aragonés en el Congreso
pensando en defender a sus gentes. ¡ Qué novedad ! No sé como no estallaron por

l
os aires los controles de acceso al hemiciclo a tu paso.
Y al final tu enfermedad. Hace un año soñé que nos encontrábamos por la calle y
que me decías que te morías. Lo hacías con una serenidad abrumadora. Me

desperté sobresaltado y sorprendido de haber tenido esa experiencia con alguien
con el que nunca he cruzado una palabra.
Ayer fue el final. El epílogo a una bonita historia: la vida de un gran hombre.
Ya han pasado miles de personas por tu capilla ardiente. La gente a estas horas de

la noche se ha reunido espontáneamente en las puertas de La Aljafería para cantar
tus canciones. La noche está nublada y la calle huele a humedad. Me pregunto que
pensarías si vieras el torrente de emociones que has despertado. Creo que

esbozarías una sonrisa socarrona para disimular la emoción, evitando aumentar la
tristeza por tu pérdida. Descansa en paz.


el grito en el cielo