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jueves, septiembre 10, 2009

LA MATERNIDAD DE JULIA




Tras seccionar el cordón, anudarlo y limpiar la placenta,
envuelven a la pequeña en una manta y una matrona la
coloca cuidadosamente, en la cama, al lado de su madre.
Julia tiene el cuerpo dolorido, pero su mirada destella
felicidad. Ningún hombre ha podido disfrutar nunca
de esa sensación de madre recién parida.
La piel amoratada de la niña va aclarándose hasta
alcanzar un tono sonrosado.
Los ojos de Julia recorren el rostro de su hija
afanosamente; se apoderan de sus labios, rozan
cautelosos su nariz, salpican de tomillo su cabello,
de jazmín las verdes pupilas, y de azahar su temblorosa
barbilla. Una cortina repentina, cubre de infinitas gotas
saladas el mágico instante y se precipita en cascada
sobre la almohada, tras recorrer las doradas sienes de
Julia.
Sus rubios cabellos descansan desparramados.
Las enfermeras, el ginecólogo y el padre asisten
mudos, respetando la intimidad del momento en el que
Julia acaricia las mejillas del bebé. Madre e hija se
olfatean secretamente, estableciendo lazos ancestrales.

La ciudad acoge la llegada de la noche. Las ventanas
del hospital, ejecutan un baile luminoso hasta dejar
la fachada sumida en la oscuridad. Julia duerme. Su hija
sueña que todavía flota dentro de su vientre.

@el grito en el cielo
(dedicado a las mujeres que sueñan con ser madres)






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