El otro día, al recibir la noticia de los atentados
de Bombay, publiqué un pequeño comentario
en el que hacía referencia a que, en Euskadi, eran
los vascos los que debían acabar con la lacra del
terrorismo, con la ayuda de todos los españoles,
pero que la inicativa debía partir de sus gentes.
Bueno, pues en la fotografía que acaba de publicar el
diario El Mundo, en la que se ve a los compañeros de
de tute de último asesinado por ETA continuando
la partida como si no hubiera pasado nada, como si
la ausencia se debiera a un asunto menor, como una
visita rutinaria al doctor, o un paseo con los nietos,
hemos podido ver, sin forzar la mirada, la auténtica
cara del terror.
Pienso como hubiesemos reaccionado en mi tierra, Aragón,
si esto hubiese pasado en cualquiera de nuestros pueblos.
Seguramente perseguiríamos a costa de nuestras vidas,
de manera irracional, pero a corazón abierto a esos mal nacidos.
Les hubiéramos apedreado, apaleado y pisoteado.
Y si uno de nuestros alcaldes no condenase el asesinato
de uno de sus vecinos, les aseguro a ustedes que ese cabrón
acababa en el río o emplumado cacareando por una
de nuestras calles.
Pero en esta foto de la infamia veo horrorizado
las caras del miedo, un miedo tan antiguo, tan
enquistado en esas pieles que ya no huele
a miedo, ya sólo huele a rancio, a rutina, a derrota.
Reaccionen, vascos, reaccionen, planten cara
a sus carceleros, planten cara al miedo, a veces
hay que dejar hablar al corazón, a veces hay
que romper una puerta para que entre el aire.
En esa lucha nos tendrán a todos los españoles
a su lado, pero la patada a la puerta la tienen
que dar ustedes.
Valor.
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