Saltando sobre los azules estaños,
hundiendo la cabeza en sus espumas,
frotando mi cuerpo desnudo
hasta rebozarlo de sal.
Tumbado panza arriba
sobre millones de camas
que pelean por pegarse a la piel y no caer.
Expuestos todos los poros
para saborear la brisa
que me acecha y me roza
y me viste de cristales
y me envuelve y me provoca
posando sus manos cálidas de mujer experta.
Y luego el inmenso silencio
y vuelvo la cabeza
y cierro los ojos
porque, pese a todo, sólo quiero dormir.
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