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jueves, octubre 14, 2004

CASI CIEN AÑOS

Los huevos fritos no flotaban, se hundían, blanqueaban y
se englobaban hasta estallar, pero tú nunca te quemabas,
me decías ante mi asombro que era piel vieja y acostumbrada
al calor.
Las croquetas eran blandas y grandes, tanto que se partían
antes de llegar a la boca.
De las torrijas recuerdo su color canela y su olor dulce,
preámbulo de inacabables sobremesas de guiñote,
en las que nadie quería perder aunque tuviéramos que
echar mano de alguna trampa que otra. Incluso a ti, que
detrás de esas gafas de" culo de vaso" movías los enormes
ojos ávidos de victoria, juraría que alguna vez se te encendieron
al cantar las cuarenta.
Tambien recuerdo el día que me acusabas de haber roto el
cristal de una ventana con una pistola de juguete. No hubo
manera de convencerte de lo contrario, ya que era muy
difícil romper la barrera de tu testarudez turolense.
Con la máxima ternura, me dijiste un día que me notabas
muy triste y no te quise decir qué me pasaba. Ahora te lo digo;
tan sólo era que crecía y empezaba a ver lo que tú llevabas más
de setenta años viendo y a lo que ya te habías acostumbrado.
Actual y ocasionalmente me acosan esos malos momentos,
pero se me nota menos ya que me oculto del campo visual
de los míos.
Pero sin duda el recuerdo más profundo se remonta a un día
que me llevaste contigo a la iglesia de Santa Engracia y de rodillas
en el banco te pregunté qué significaba el fresco que adornaba
la bóveda del templo, cuanto cariño noté esa tarde, tanto que es
uno de mis primeros recuerdos.
Espero que te hayan recibido bien ahí arriba y que los casi
cien años de plenitud y bondad te hayan restado días del
purgatorio en el que tantas veces pensaste.
Esta tarde cuando suba a verte al tanatorio echaré un último
vistazo a tu mano derecha para recordar como golpeabas la mía,
las últimas semanas, llevando el ritmo de esas cancioncillas
de tu infancia.

Te quiero yaya.


1 comentario:

Anónimo dijo...

No creo que llegue a cumplir casi cien años.
Y eso me importa poco.
Pero sí me importa que alguien llegue no ya a decir, sino a pensar algo tan puro, tan sincero y hermoso.
Esta noche tu yaya está, gracias a tí, más acompañada que nunca.