Cubierta por el polvo del desierto
y pulida por sus cristales,
brilla la calavera y reposa inmóvil en la llanura infinita;
hogar de escarabajos.
Como una piedra blanca y redonda
señala el camino y avisa
a los confiados viajeros
que la contemplan sonriente.
Solitaria, antes.Aborrecida, ahora, por un enjambre de hormigas
que decidieron un día instalarse
tras sus canales cavernosos.
Prefiere la noche del desierto, nuestra calavera.
Fría y estrellada, levanta el telón a multitud
de cómicos que entran en escena laboriosos
y hambrientos.
Ya no recuerda, ni piensa, ni juzga.
Tan sólo observa libre y feliz lo que le rodea.
Si alguna vez os la encontráis,
no la recojáis,
dejad que sea el viento sus ruedas
y la duna su freno.
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