léntamente sobre la tarima.
Hace más de diez años que no la impulsa nadie
pero ahí sigue constante en su empeño de no parar. Es como
si tuviera vida propia. Las ventanas, cerradas a cal y canto,
parecen bombear sus pechos de cristal
para abrirse y así dar una justificación a tal sinsentido.
Ni rastro de roedores o insectos. Demasiado extraño
para no infundir terror incluso en sus pequeños cerebros.
Por mi parte no debes temer nada ya que la delación no
entra en mis planes.
No soportaría que la presencia de mis congéneres
contaminaran nuestra paz, con sus horribles medidores,
sus ruidos, sus risas, su luz.
Debes saber que para mí el dinero no está por delante de
la amistad.
Creo que estos años deberían ser suficintes para demostrarlo.
Veo que te estoy impacientando con mi conversación y voy
a dejarlo. No, te juro que no me río de tí. Es tan solo que
cuando te enfadas te rodeas de una agitación impropia de una
mecedora de tu edad y eso me hace gracia. No se te escapa una.
Vale, ya cierro los ojos. Esta espalda me va a matar.
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