Me veo caminando sobre un suelo que no es tal.
El tronco y sus extremidades coronados por la cabeza forman
una figura negra recortada por una densa niebla.
Me voy alejando, resignado.
No hay sonidos, ni olores, solo esa imagen, ese destino.
Cada paso que da, me arrebata una bocanada de aire.
Su caminar es sereno pero decidido, su mirada siempre al frente.
Apenas veo ya un punto negro desapareciendo entre la inmensa
sopa gris.
Una paz blanca reemplaza al oxígeno dentro de mis pulmones.
Intuyo que gira la cabeza antes de desaparecer.
Un fogonazo desata un alud de luz que me succiona y me lanza
a un universo repleto de estrellas.
Sé que no podré contaros nada más.