Imaginad un pez volador entrando y saliendo del agua.
Observad las pequeñas gotas que se desprenden de su cuerpo
y vuelven a integrarse en la inmensidad del océano tras la breve fuga.
Así veo nuestras vidas: como esas gotas.
Así de exiguas y baladíes.
Parece que estemos destinados a sumergirnos en las aguas de la inmensidad. Seguramente cada gota sabe dónde debe caer. Algunas, sin embargo, yerran su caída.
ResponderEliminarSalud.
Gracias por tu comentario, Francesc. Salud,
ResponderEliminarLo más parecido a un instante, mimarzgz, o a ese entre suceso y suceso. Esa gota ... toda una vida.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
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EliminarAsí es, todo el fragor de la batalla, que es una vida, por otro lado se asemeja a esa efímera gota de agua. Paradójico. Gracias por tu comentario Enrique. Un abrazo,
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