Cuando el niño alcanzó finalmente la tableta de chocolate que su madre había escondido en la parte superior del armario de la cocina, esbozó una sonrisa victoriosa y se encerró en su habitación.
Cuando la madre vio los restos del envoltorio repartidos por la mesa y el suelo y la banqueta fuera de su lugar, esbozó una sonrisa bondadosa mientras decidía cuantos minutos le dejaría a solas con su sabroso trofeo antes de intervenírselo.
Cuando la niña escuchó las quejas de su hermano y lo vio refunfuñar con la boca pringada de chocolate, esbozó una sonrisa y lo llevó ante un espejo para que comprobase el aspecto tan ridículo que tenía.
Cuanto con tan poco, mimarzgz. Reposo y acción ... grandes aliados.
ResponderEliminarCon tu permiso ... no he tenido más remedio que hacerle el Reblog: https://etarragof.wordpress.com/2016/02/08/el-grito-en-el-cielo-la-tableta-de-chocolate/
ResponderEliminarGracias por tus palabras, Un abrazo,
ResponderEliminarGran historia, en mi casa pasaría al revés, los hermanos se pegarían por el chocolate y la madre a grito pelado porque son unos glotones, ;)
ResponderEliminarJeje. En mi casa tampoco sería tan sencillo...
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